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Justiniano, conocido como "el último emperador romano" (gobernó del 527 al 565 d.C), reprimió todo lo que oliera a paganismo y a libertad, e impuso la obligación de la conversión al cristianismo y el bautismo a todos los habitantes de su imperio (sobre todo durante la peste negra o "Plaga de Justiniano").
No olvidemos que fue Justiniano quien se encargó de hacer desaparecer la “Academia” de Platón, después de 900 años de historia, el mayor templo del saber, la ciencia y el conocimiento que nunca ha existido sobre la Tierra.
Justiniano estuvo especialmente interesado en gobernar la iglesia cristiana a su antojo. Fue uno de los máximos exponentes del "Cesaropapismo", o sea, que el mismo Emperador fuera también el jefe absoluto de la iglesia cristiana.
A tal efecto, no tuvo miramientos en asesinar a cuantos papas no pudo convencer para que aceptaran sus imposiciones dogmáticas.
Si era capaz de asesinar a los suyos, qué no haría con los otros. El paganismo sería activamente reprimido: solo en Asia Menor, Juan de Éfeso afirma haber convertido a 70.000 paganos. También otros pueblos bárbaros aceptaron el cristianismo: los hérulos, los hunos que habitaban junto al río Don, los abasgios y los tzani en el Cáucaso.
El culto de Amón en Áugila en el desierto libio, fue prohibido, de igual modo que los restos del Culto a Isis en la isla de File (Philae), (en la foto) junto a la primera catarata del Nilo.
La política de Justiniano también suponía la persecución de los maniqueos, que sufrieron el exilio y la amenaza de pena de muerte. En Constantinopla, en una ocasión, cierto número de maniqueos fueron juzgados y ejecutados en presencia del propio emperador: algunos quemados y otros ahogados.
El historiador Procopio de Cesárea, en su libro durante 1.000 años olvidado "Historia secreta", escrito después de morir el tirano, pinta a Justiniano como uno de los dirigentes del mundo antiguo conocido más corruptos, sanguinarios, derrochadores y despiadados que han existido jamás.
"Hacer un cálculo de los que Justiniano destruyó sería imposible para cualquier persona, sólo Dios podría hacerlo. Más fácilmente se podrían contar, creo yo, las arenas del mar, que las personas que mató [...] pues Libia, tan vasta como es, fue devastada en tal manera que uno tendría que recorrer una gran distancia para encontrar un solo hombre [...], los mauritanos quienes fueran exterminados junto con sus esposas e hijos [...] podría aventurarme a decir que cinco millones de hombres perecieron en Libia, y quizá estaría quedándome en la mitad." - Historia Secreta
Y eso sólamente en Libia.
Según Procopio, el emperador Justiniano fue capaz de destruir naciones enteras solo por capricho, y premiar la codicia, la opresión y la injusticia en las acciones de sus funcionarios de mayor rango.
Los dirigentes en todo el imperio que demostraban piedad o caridad por sus ciudadanos, caían en desgracia y perdían cargos, propiedades y la vida.
Tanto mal sólo podía haberlo realizado alguien que estuviera poseído por el demonio o fuera él mismo, la reencarnación del mal, según las palabras de Procopio:
"Un hombre afirmó que el Emperador se levantó de pronto de su trono y comenzó a caminar alrededor de la estancia [...] cuando de pronto la cabeza de Justiniano se desvaneció mientras el resto del cuerpo iba y venía, quedando el espectador horrorizado y temeroso preguntándose si sus ojos le engañaban. Sin embargo, pronto vio como la cabeza se formaba de nuevo ocupando su lugar como si nada hubiera sucedido"
El historiador que durante múltiples campañas había acompañado al general Belisario, mano militar de Justiniano, en muchas de sus campañas militares, prosigue así:
"Otros decían que cuando estaban junto al Emperador habían visto cuando se sentaba como su rostro cambiaba súbitamente a una informe masa de carne sin cejas ni ojos en el lugar que les corresponde, ni ningún otro rasgo distinguible, y que tras un intervalo, la natural apariencia de su semblante volvía"
Para rubricar la naturaleza demoníaca de Justiniano, Procopio cuenta una anécdota de un monje "muy querido" por Dios, el cual viajó a Constantinopla para pedir audiencia con el Emperador, pero que al llegar a la sala del trono:
"... se detuvo en seco con los pies en el umbral, dando un paso atrás. El eunuco le pidió que avanzara. Pero él no dijo palabra, y como si hubiera sufrido una aplopejía, regresó tambaleante a su alojamiento. Cuando le preguntaron por el motivo de sus acciones, dijo haber visto al Rey de los Demonios ocupando el trono de palacio y afirmó que no quería tener tratos con él de ningún modo"
Tanta sangre, desolación y muerte, parece que llegó a los oidos del mismo Dios, puesto que en los años 535 y 536 d.C. justo a los 10 años de gobernar Justiniano, el sol se apagó, literalmente.
Los científicos no se ponen de acuerdo en la razón exacta. El polvo que durante un par de años hizo que el sol no calentara, pudo ser levantado por una erupción volcánica, o por una caída de meteoritos o de un cometa.
El resultado fueron hambrunas terribles y falta de pan y enfermedades por doquier.
"Durante este año tuvo lugar el signo más temible. Porque el Sol daba su luz sin brillo, como la Luna, durante este año entero, y se parecía completamente al Sol eclipsado, porque sus rayos no eran claros tal como acostumbra. Y desde el momento en que eso sucedió, los hombres no estuvieron libres ni de la guerra ni de la peste ni de ninguna cosa que no llevara a la muerte. Y sucedió en el momento en que Justiniano estaba en el décimo año de su reinado" - Historiador Procopio.
Pero lo peor estaba por llegar.
La epidemia devastadora conocida como la Plaga de Justiniano a comienzos de la década de los años 540 marcó el final de una época de esplendor romano.
Se cree que fue un brote de peste negra, (cuyo causante es la bacteria "YERSINIA PESTIS", en la foto), así parece desprenderse de los últimos análisis de cadáveres de la época.
El imperio entraría en un periodo de pérdida de territorios.
TERREMOTOS E INUNDACIONES
No terminan aquí las desgracias para el pueblo romano del imperio Bizantino... Una oleada de inundaciones y terremotos se cebó especialmente en las grandes ciudades donde mandaba el tirano.
"El río Escirto anegó Édessa, el Nilo creció en una estación desacostumbrada, trayendo calamidades a la gente de allí. El Cidno inundó Tarso, cubriendo toda la ciudad durante muchos días. Los terremotos destruyeron Antioquía, Seleúcida y Anazarbo. También añadir a los que vivián en Ibora, en Amasya, Poliboltos en Frigia, en Licnido en Épiro, y en Corinto. Todas estas ciudades fueron destruidas por terremotos en esa época"
LA FIJACIÓN DE JUSTINIANO Y TEODORA
Justiniano tenía un especial odio a todo lo que oliera a la Teoría de la Reencarnación.
Antes él creían, o creen en ella; los neo-pitagóricos, los neo-platónicos, los esenios, los cátaros, los celtas, el taoísmo, el jainismo, el hinduismo, el budismo (a su manera) y sobre todo el sijismo, religión que cree que si una persona no realiza buenas acciones, el alma continua reencarnándose para siempre.
También los Evangelistas de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, (los mormones) y los seguidores de la religión Wicca, así como las tribus indígenas de Alaska creen hoy en día en la reencarnación.
Pero gracias a Justiniano y sobre todo, a las intrigas y conspiraciones de Teodora, su esposa, la reencarnación es motivo de expulsión de cualquiera que crea en ella de la Iglesia Católica. Sin ellos, seguramente hoy en día, en la Iglesia Cristiana mundial, tanto el Theopasquismo (fundamental para entender el cisma nestoriano), como la reencarnación, serían dogma del catecismo oficial, en lugar de estar prohibidos.
Luis Boleda es el coordinador espiritual de FELITIA GLOBAL COACHING®, instructor en Mindfulness y autor del libro "La Wifi de Dios"
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