De forma voluntaria o no, lo cierto es que entre todos hemos construido una sociedad compleja. Su complejidad radica en el hecho de que ya no somos capaces de vivir de forma simple. Esto afecta también a todo lo que nos envuelve. Algunos de los estímulos que nos llegan del exterior son amenazas latentes, peligros de diversa índole para nuestra supervivencia como individuos.
La administración pública no siempre tiene recursos, voluntad o, simplemente, la información adecuada para poder protegernos. Nuestra obligación es conocer los peligros que nos acechan, por nosotros mismos, mediante un esfuerzo consciente, cotidiano y metódico. Solo así podremos anticiparlos y proteger a los que nos rodean.